Tus pies son un templo; cómo trabajarlos y por qué hacerlo.
Imagina que a las pocas horas de nacer, tus padres, que por supuesto ven en ti el centro del universo, deciden vestirte de gala para todas las visitas que vas a recibir. Y entre otras cosas, te ponen unos guantes super cómodos y calentitos que te cubren las manos: nos guantes de seda preciosos.
Solamente te los quitan para dormir salvo cuando hace algo de frío, no vaya a ser que puedas coger un resfriado.
Tus pies son un templo; cómo trabajarlos y por qué hacerlo.
Los guantes te quedan tan bien, que tus padres deciden comprarte unos algo más contundentes y te los dejan puestos durante el día para que los disfrutes.
Los meses pasan y esos guantes que llevabas el día que naciste se han convertido en una prenda habitual para ti que cada vez tiene más consistencia, más formas distintas y más peso.
La mano te suda habitualmente y ya no eres capaz de sentir prácticamente nada de lo que tocas porque llevas siempre tus guantes puestos.
Qué crees que pasaría si después de 30 años así, decidieses quitarte los guantes para coger un hueso de aceituna que se te ha caído en el plato, o si quisieras comprobar el tacto de un melocotón en el supermercado. ¿Serías capaz de atarte los cordones, de anudar una corbata o de quitarte un botón?
Podrá parecerte una situación imposible pero esta… es realmente la cruda historia que le estamos dando a nuestros pies.
Cada uno de tus pies contiene 33 articulaciones, más de 100 músculos y unas 200.000 terminaciones nerviosas. Cuando nacemos, tus pies están diseñados para sentir de la misma forma que lo hacen nuestras manos.
¿Pero puede solucionarse esto con algo tan sencillo como es descalzarse?
Hoy, vamos a hablar de ello con un especialista en la materia: Daniel Rodriguez
donde Daniel resolverá tus preguntas y podrá ayudarte directamente
