¿Está el ser humano diseñado para correr?

La pregunta sigue candente entre quienes aman correr y quienes aseguran que correr de forma recurrente es un foco de lesiones:

“¿Estamos realmente diseñados para correr?”

Algunos afirman que sí; que nuestra condición bípeda nos convierte en especialistas del movimiento y que cuando nacemos lo hacemos con capacidades exclusivas para correr, mientras que otros coinciden en que el índice de lesiones a nivel de rodilla, cadera o tobillo se dispara cuando nos calzamos las zapatillas de correr y que no solo no estamos preparados para ello, sino que correr es una de las tareas más lesivas y peligrosas a la que nos podemos enfrentar como especie.

¿Cuál de las dos posturas se acerca más a la realidad?

¿Hemos nacido con habilidades que nos convierten en perfectos corredores o debemos asumir que correr es una actividad dañina para nosotros?

Para poder contestar a esta pregunta, tenemos que tirar del hilo de la historia.

Las 3 grandes revoluciones de la historia de la humanidad

Revolución cognitiva:

Empezamos a comunicarnos a través de un lenguaje ficticio; esto hizo que los individuos de nuestra especie fueran capaces de cooperar y coordinarse para poder así alcanzar fines comunes.

Éramos cazadores-recolectores y nos alimentábamos a base de carnes magras, pescado, frutas, verduras, frutos secos y semillas.

Obteníamos estos recursos a través de la caza (caza por persistencia) y la recolección.

Correr era una necesidad vital para cazar, desplazarse o huir de depredadores

Revolución agrícola:

Empezamos a generar asentamientos permanentes que nos permitieron domesticar plantas y animales.

Se crean los primeros reinos, aparece la escritura, nos inventamos el concepto “del dinero” y surgen las primeras religiones politeístas.

Se consolidaron el Imperio Persa, el Budismo en la India, el Imperio Han en China y el Imperio Romano.

Hace 2000 años nace el Cristianismo. Y más tarde el Islam.

Correr se convierte en una tarea cada vez menos necesaria; únicamente para miembros del ejército que no van a caballo y clase baja en momentos de huída y desplazamiento.

Revolución científica:

Adquirimos conocimientos sobre matemáticas, física, astronomía, biología, anatomía humana y química.

Esto transforma por completo la visión que teníamos sobre la realidad y se asientan las bases de la ciencia moderna.

Correr ya no es necesario para sobrevivir. El acceso a la tecnología hace que una persona ya es capaz de nacer, crecer, reproducirse, envejecer y morir sin la necesidad de correr

Quien corre lo hace por placer.

Imagina el cambio radical que se vivió durante la revolución científica.

De un día para otro, un ordenador era capaz de almacenar las palabras y los números de todos los códices y pergaminos de todas las bibliotecas medievales y aún le sobraba espacio.

Ten en cuenta que en el año 1500 pocas ciudades tenían más de 100.000 habitantes. La mayoría de los edificios estaban construidos de barro, madera y paja; en aquellos tiempos un edificio de 3 pisos era un rascacielos.

A día de hoy, cualquier ciudad bien ubicada con capacidad de importar y exportar recursos supera los 200.000 habitantes.

Otro ejemplo del gran avance que hemos experimentado: hasta el año 1522 ningún humano había circunnavegado la Tierra (según los libros de historia Magallanes fue el primero, que regresó a España después de un viaje de 3 años y 72.000 kilómetros que les había costado la vida a casi toda la expedición, incluido el propio Magallanes.

Hoy en día, cualquier persona con ingresos de clase media puede circunnavegar la Tierra de manera segura y fácil en solo cuarenta y ocho horas.

¿Cómo es posible que hayamos podido llegar hasta aquí?

Lo que ha conseguido el Homo Sapiens desde que salió de África hace 2 millones de años es, en parte, consecuencia directa de nuestra capacidad de correr.

Diseñados para correr

Para responder a esta pregunta vamos a consultar a uno de los mayores especialistas sobre biología evolutiva, Daniel E. Lieberman, doctor paleoantropólogo en la Universidad de Harvard.

En una de sus más famosas investigaciones (publicada en la revista Sports Medicine en el año 2007) Lieberman nos aporta una serie de datos increíbles que nos hacen pensar que correr largas distancias no es tan inhumano como podíamos pensar.

Los restos arqueológicos encontrados por Lieberman y su equipo sugieren que los homínidos (hace 2,5 millones de años) incorporaron carne y otros tejidos animales en su dieta.

Ahora bien, para ser carnívoro se tenía que competir con otros carnívoros. Y esto era complicado.

Estos homínidos eran lentos y su única arma eran las piedras y las lanzas que podrían fabricar.

Así que en esta situación, tenían que encontrar un recurso diferenciado que les diera la oportunidad de obtener carne; correr.

Así empezaron a practicar la caza de persistencia, un método que les permitió alimentarse a base de mamíferos mucho más rápidos y fuertes que ellos.

Pero ¿cómo era esto posible?

Primates vs Humanos

Los primates no son buenos corredores: tienen las manos y los pies grandes, las extremidades delanteras relativamente cortas y si analizamos su anatomía podemos ver que están diseñados para trepar a los árboles.

Si nos comparamos con el chimpancé (nuestro antepasado más cercando), vemos que puede correr muy rápido pero lo hace de forma muy ocasional y casi nunca cubre una distancia superior a los 100 metros.

Si tiene que huir de cualquier alerta, lo que hace es subirse a un árbol.

Por lo tanto, podemos anticipar que la capacidad del Homo Sapiens para correr es única entre los primates.

¿Y qué pasa con los mamíferos?

Los mamíferos de 4 patas que pueden correr son muy buenos haciéndolo, bien porque son depredadores que dependen de la velocidad y la agilidad para poder comer o porque, como presa, necesitan escapar de sus depredadores.

Además, la mayoría de mamíferos pueden galopar, y eso les convierte en seres más rápidos que los humanos, que al ser bípedos no podemos hacerlo.

Sin embargo, el hecho de galopar requiere una moneda de cambio que los mamíferos van a tener que pagar: un elevadísimo coste energético y un alto calor que tendrán que disipar de alguna manera.

En condiciones de frío y retardando la hipertermia, la mayoría de mamíferos de 4 patas son capaces de recorrer largas distancias a trote (sin galopar), pero cuando hace calor, sus posibilidades se reducen muchísimo ya que el pelaje no les permite termorregular tan rápido como a los humanos.

Y ahí es donde está la clave que convierte a los humanos en verdaderos especialistas en los desplazamientos de larga distancia.

Para que esta comparación sea objetiva vamos a escoger a uno de los mamíferos más resistentes y a su vez veloces que existen: el caballo.

¿Ves lo que ocurre a medida que se va alargando la distancia que se debe recorrer?

Los mamíferos son mucho más veloces en distancias cortas. Pero cuando el tiempo de esfuerzo supera las 2 horas, sucede algo que es clave: los mamíferos no son capaces de disipar el calor que generan y tienen que dejar de galopar.

Sin embargo los humanos son capaces de seguir corriendo a velocidades que superan la velocidad mínima de galope de los mamíferos.

Esto explica que la caza por persistencia que usaban nuestros antepasados fuera un éxito.

Lo que hacían los cazadores era obligar a sus presas a galopar durante horas, sin parar a descansar y sin beber agua, hasta que el animal caía rendido.

Pero si éramos tan solo un revoltijo de huesos y músculos de apenas 1,60 que no tenía nada de fuerza comparado con el resto de animales, ¿cómo es posible que nuestro cuerpo nos permita, desde un punto de vista biológico, realizar estas proezas?

El profesor Daniel E. Lieberman nos lo explica:

1. El tendón de Aquiles, un plus a nivel energético:

Los humanos tenemos una estructura en nuestro cuerpo que nos permite sacarle una ventaja al resto de primates y mamíferos: el tendón de Aquiles.

Gracias a él, somos capaces de convertir la oscilación de nuestro centro de gravedad cuando corremos en energía elástica. El tendón de Aquiles es como un muelle que nos permite correr de una forma mucho más económica.

Además, el ligamento iliotibial hace de resorte, multiplicando las posibilidades de nuestro tendón de Aquiles.

2. Glúteo mayor:

El glúteo mayor es un músculo de gran importancia en la carrera que apenas se activa caminando a baja velocidad.

De hecho, no hay más que ver a los velocistas para comprender que el glúteo mayor tiene un papel fundamental en esprines y carreras de velocidad. Nos permite extender la cadera multiplicando la aplicación de fuerza del corredor en el suelo.

Seguramente hayas visto a corredores practicando el ejercicio del Hip Thrust, uno de los ejercicios de fuerza que más transferencia tiene a las carreras cortas y veloces.

3. Tórax muy móvil que se desacopla del cuello:

Otra de las cosas que nos diferencia del resto de mamíferos es que nuestro tronco está estructurado de tal forma que nos permite disociar hombros y caderas.

De esta forma, conseguimos bracear cuando andamos y cuando corremos, compensando con los brazos el movimiento de las piernas y sumando gestos en el tren superior que benefician al tren inferior al correr.

Sin duda un detalle que nos permite ser mucho más económicos y eficientes durante la carrera.

4. Ligamento nucal:

Este ligamento es el responsable de que podamos correr mirando hacia delante sin perder el equilibrio.

Cuando corremos, lo que hacemos constantemente es rotar el tronco de un lado al otro; un movimiento que se origina al adelantar una cadera respecto a la otra para mover las piernas de forma asimétrica.

Si no tuviéramos este ligamento nucal, nuestra cabeza iría de lado a lado acompañando constantemente la rotación del tronco.

5. Termorregulación:

Sin duda, esta es una de las capacidades más insólitas respecto al resto de mamíferos que habitan la tierra: somos los mejores sudando y disipando calor.

¿Sabías que cuando corremos generamos hasta 10 veces más calor que cuando andamos?

La mayoría de los mamíferos dejan de galopar porque no pueden enfriarse y perder la temperatura corporal lo suficientemente rápido como para evitar la hipertermia.

Nosotros, sin embargo, hemos perdido casi todo el pelaje de nuestro cuerpo y hemos aumentado el número y la densidad de glándulas sudoríparas.

Eso sí, también tenemos que pagar un tributo a cambio de tener este súper poder.

La moneda de cambio que nuestro cuerpo nos exige para poder termorregular como verdaderos expertos es agua y sal; por eso es tan importante mantener los niveles de hidratación y la aportación de sales minerales en carreras de media y larga distancia.

Conclusiones

Hace millones de años, nuestros ancestros fueron capaces de mantenerse con vida gracias a su capacidad de correr largas distancias.

Correr nos salvó y nos permitió evolucionar, desarrollarnos y crear todo lo que hoy vemos a nuestro alrededor.

Es cuanto menos curioso que a pesar de estar diseñados para movernos y para correr, hayamos terminado viviendo y pensando tal y como lo hacemos hoy en día.

Pensar que moverse, entrenar y correr es dañino para el cuerpo, es asumir que nuestro cuerpo dejó de ser lo que era y se ha convertido en el conglomerado de carne favorito de cualquier sofá.

Sin embargo, lo cierto es que aquellos que hemos decidido movernos y cultivar nuestra salud a través del entrenamiento, lo que realmente estamos haciendo es potenciar unas habilidades que nos fueron regaladas hace miles de años.

De alguna manera, correr es un tributo a nuestros ancestros y un regalo para nuestro cuerpo; pero no debemos olvidar que es posible que el día a día en el que nos vemos envueltos haya mermado nuestras capacidades.

Por lo tanto, siempre será más inteligente re-aprender a correr y preparar a nuestro cuerpo para esta actividad. Y una vez estemos en forma, podremos disfrutar sin miedo de la carrera.

Le debemos nuestra supervivencia a la capacidad que tuvo Homo Sapiens de sacarse las castañas del fuego cuando no era más que un homínido discreto entre una fauna salvaje.

Gracias a un glúteo mayor que solo nosotros poseemos.

Gracias al tendón de Aquiles.

Gracias a un ligamento en el cuello que nos mantiene estables.

Y gracias a cada glándula que se encarga de extraer el calor en forma de sudor.

¿Estamos diseñados entonces para correr?

Muy rápido desde luego que no. Pero durante largo tiempo y a ritmos inalcanzables para otros animales, me atrevería a decir que sí.

Lo que es un hecho, es que aunque los humanos ya no necesitan la capacidad de correr, el hecho de correr maratones o largas distancias es la manifestación moderna de un rasgo humano único que ayuda a hacer de los seres humanos lo que somos.

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