De acuerdo, vamos a situarnos. Nos imaginamos a dos deportistas diferentes.
Por un lado, tenemos al deportista A, que se está iniciando en las carreras por montaña. Su musculatura no está acostumbrada a correr 80 min por terreno con desnivel (pongamos que empieza con cabeza en este mundillo).
Su punto de partida en el trabajo de bajadas durante la temporada consistirá en el control de su cuerpo en los momentos de desaceleración.
Es decir, practicaremos aspectos técnicos para frenar, cambiar de dirección, introducir distintas cadencias, tener una visión amplia del terreno, etc.
Por ello, con este deportista, comenzaremos por cuestas negativas con una intensidad y una especificidad del terreno baja (asfalto, pistas forestales, tierra compacta), donde la duración del estímulo será corta (30´´ – 45´´) y el tiempo de recuperación completo.
Y, por otro lado, está nuestro deportista B, con 10 años de experiencia en el Trail. A esta persona, le presuponemos una serie de adaptaciones creadas con el paso de los años y un cierto control de su cuerpo y el entorno.
Su trabajo durante las bajadas tendrá un abanico más amplio de estímulos, lo más específico posible con lo que se va a encontrar en competición (mayor o menor tecnicidad del terreno) y el momento de la temporada en la que se encuentra (no sería necesario trabajarlo durante toda la temporada).
Eso sí, un aspecto que debemos tener en cuenta para ambos deportistas es la fatiga residual que deja este tipo de entrenamientos.
A mayor velocidad en la bajada mayor será el daño muscular (Bontemps et al. 2020).
Por tanto, es necesario controlar la cantidad del estímulo (duración e intensidad) y conocer el entrenamiento previo y el entrenamiento posterior a una sesión de series negativas para que dicha fatiga residual no se convierta en una sobrecarga que nos limite a futuro.